jueves, 21 de abril de 2011

Pe dos puntos


P: ¿Sabe portugués?
R: ¿Debería?
P: Hombre, nunca sobra algún idioma.

El caso es que mi curriculum ponía tan claro como permitía el tipo Helvética 12 que hablaba 4 idiomas. Me temí lo peor. Un inepto haciendo una entrevista de trabajo.

P: ¿Y como dice que se llama la carrera que estudió usted?
R: Se llama Estructuralismo Tridimensional.
P: ¡Ah! Interesante, siempre me ha interesado eso de las estructuras y las tres dimensiones. De hecho vivo en una cada, que es una estructura, aunque claro, las personas solo vivimos en dos dimensiones.
R: Buenooo, ehh…
P: Las tres dimensiones son cosa del cine, ¿no? Yo no soporto esas malditas gafas. Me las quito porque me mareo. Una vez me tuve que salir del cine y vomité en un centro comercial. Pasé una vergüenza…

En realidad obtuve esta repugnante confesión porque mentí. Me arriesgué y mentí. Quería saber si ese imbécil con cara de hojaldre era tan idiota como sospechaba. En realidad estudié Ambientales, como acreditaba el título fotocopiado que tenía el imbécil entre las manos, usándolo de abanico. Si lo llego a saber no hago la fotocopia en color.

P: ¿Tiene experiencia en nuestro sector?
R: Mucha, señor.
P: ¡Bien hecho! Nuestro sector es el que mueve el mundo ¿se entera? Ni la Internet esa ni leches. Nosotros tenemos el mundo en nuestras manos.
Y ¿a usted como le gusta el salchichón?
R: Pues verá, depende del día, pero como más me gusta es cortado gordo. Prefiero comerme 1 trozo grade a  3 ruedas normales.
P: Me congratula oír eso. Si he de serle total e incondicionalmente sincero, al verlo entrar con ese traje de mariquita y esos pelos largos sospeché que era uno de esos… de esos… ya sabe…¡vegetarianos! Me repugnan, me repugnan.
R: ¿Por quién me ha tomado usted? –pregunté pellizcándome la pierna para no soltar una carcajada-.
P: Perdón, perdón, culpa mía. He sido cruel ¿verdad? Claro, hijo, está muy feo lo que le he dicho. Espero me perdone.
R: No se preocupe. A lo mejor es culpa mía tener pinta de vegetariano. Estoy tan delgado.
P: Es verdad. Es muy delgado ¿acaso no le gusta la bollería industrial? Porque en ese caso…
R: Si que me gusta, pero prefiero los dulces de mi madre. ¡Qué tocinos de cielo!¡Qué pestiños! No sé donde lo meto.
P: Hay le tengo que dar la razón. Mi señora hace unas torrijas que dan gusto verlas. ¡Y comerlas, jajaja! Supongo que lo cagará usted todo, joven. Eso está bien.


Mi relax es tal que los esfínteres se relajan y me dan unas ganas horrendas de ir a hacer aguas mayores como sugería el calvo diminuto que calzaba su silla con guías telefónicas. El señor entrevistador, nervioso y flemático a la vez, suda más que yo, pero no para de hablar de las torrijas de su señora, de las patas de gallos de su señora, del genio de su señora y de su suegra, la madre de su señora.
P: Bueno, joven puede empezar el lunes con nosotros. Da usted el perfilado que estamos buscando. Pero le ruego, no es por mí, ¿sabe?, -yo soy muy tolerante- que se afeite y se corte el pelo como Dios manda. Conozco muy bien al jefe y le gustan los empleados aseados. Si quiere le recomiendo a mi barbero… es un tipo simpático.
R: Gracias. A las 7 y media estaré aquí como un reloj suizo.


El entrevistador me da la mano. Es lacia, blanca, sudorosa, como si en lugar de huesos tuviese cartílagos hervidos. El bigotillo le tiembla al despedirse.

P: Nos llevaremos bien, verá usted, joven.
R: Eso espero, señor.

Al lunes siguiente empezaba mi vida laboral en Charcuterías El Guarro Feliz :: Doncel e hijos S.L. Mi salario mínimo se compensaría viviendo la auténtica vida española de primera mano. Lejos de las academias.

11 comentarios:

Diego Luis Urbano Mármol dijo...

Genial.

Mameluco dijo...

Gracias, Hermano Cubito, eres un cachondo, jiji.

norah dijo...

Que bueno! sabia reflexión sobre la utilidad de los títulos academicos en la sociedad postindustrial
Jajajja
Un beso

Mameluco dijo...

No sé si será una reflexión Norah, pero hablo de la estupidez en bastantes espectros, jajaja.

ALBERTO GAY HEREDIA dijo...

Genial como siempre Miguel. Antiguamente era gran aficionado al salchichón cular a tacos gordos, pero con el tiempo fui evolucionando hacia la rodaja fina. En la actualidad ha desaparecido provisionalmente de mi despensa junto a otros familiares como el chorizo y la morcilla, de los que he sido siempre gran devoto y consumidor.
Tu historia me ha recordado cierta etapa de mi vida en la que tuve que someter a una se esas entrevistas laborales. Después de acabar mis estudios y cumplir con mis obligaciones militares, andaba necesitado de fondos para subsistir y me presente a uno de esos casting organizado por una editorial de libros de texto, tan encabronadas hoy por la política de gratuidad que ha reducido considerablemente su negocio (omito marca comercial). Tras superar con éxito la fase regional me remitieron a Madrid para ser entrevistado directamente con el jefe nacional de ventas.
Impresionante despacho presidido por un retrato de Don Santiago Bernabeu y diferentes motivos relacionados con el que parecía ser el club de sus amores. Yo que había recurrido a ese tipo de vestuario que se guarda para las bodas y fiestas (por aquello de ceñirme a la imagen que se tiene del comercial o representante) , andaba un tanto incómodo y nervioso. Una vez sentado frente a frente inició su interrogatorio. La primera pregunta, para romper la frialdad, fue referente a mis inclinaciones futbolísticas. Lo más rentable y sensato hubiera sido por mi parte haber mostrado simpatía por el equipo merengue. Pero como casi siempre he procurado en la vida ser consecuente, le manifesté las mias desde niño por el Athletic Club de Bilbao. La primera cagada gorda. Inmediatamente el entrevistador-seleccionador relacionó a mi equipo con el independentismo vasco, tan poco acorde con su nacionalismo centripeto, que parecía profesar. Intente salvar la nave poniendo en valor la meritoria política de cantera de mi Athletic, aunque creo que no llegaron a convencerle mis argumentos. La siguiente batería de preguntas iban destinadas a intentar desentrañar mi motivación y aptitudes comerciales (que eran más bien pocas, nunca he servido para vender, ya que el trato con el público requiere de unas dosis de paciencia y teatralidad de las que siempre he carecido). Mi sentencia definitiva fue cuando me ofreció el bolígrafo que tenia entre sus manos pidiéndome que se lo vendiera. Nervioso e incomodo una vez más y con la mente en blanco, y tras unos segundos de silencio opté por levantarme estrechar su mano y despedirme.
Con posterioridad casi todos mis trabajos han estado relacionados con el trato con el público (aprendí a ser paciente, cortes y educado) pero sin necesidad de vender nada. Incluso en cierta ocasión en que se me ofreció entrar en política me acordé de aquel bolígrafo rehusando la invitación.

Una pregunta Miguel ¿Te ayuda el salchichón a sobrellevar esa tu maratoniana semana santa corocapillerra?

Saludos y buen provecho.

Mameluco dijo...

Jajajajaja Alberto, decirle del Athletic Club... lo mismo que decirle que ponías bombas con una boina puesta.
Yo tampoco sabría vender nada, la verdad. Por eso me invento estas cosas.
Pues como ha llovido no he tenido que echar mano al salchicón, pero como es costumbre el Viernes Santo se comió en el Guadajoz, el mesón, no el río, jajaja.
Hiciste bien en eso de la política. Hay que ser lobo estepario en esta vida.

Acracia y mecanicismo, amigo Alberto

Ster dijo...

que bueno!! me ha encantado!!! dice muchas verdades.. es genial!

Toni dijo...

Le cortaría gustoso un brazo a alguien si con ello pudiera escribir tan bien como usted, señor Morales. Muy buen relato.

Mameluco dijo...

Son ustedes demasiado amables.
El día que escriba una novela espero recibir esas impresiones... pero va a ser que no, me temo.

Mobesse dijo...

Pues si crees en el mecanicismo ¿por qué no? Siempre habrá alguien que te admire y alguien que te ignore. Mecanicismo cuántico cular en rulajas finíiiiiiisimas, claro.

Un abrazo

Mameluco dijo...

No es cuestión de creer. El mecanicismo no es una creencia, es una explicación.

Siempre habrá gente a la que guste y a la que no, eso está claro. Pero lo peor es el ostracismo de la indiferencia, mecanismo este de lo más común, querido Mobesse.
Recuerdos a la familia.

 
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