lunes, 31 de mayo de 2010

Concurso Poético 1.0


Hace un par de años se hizo en mi pequeño pueblecito el I Encuentro de poetas castreños, que los que me siguen desde hace tiempo lo recordarán y para los que no aquí les dejo la reseña que hice en forma de texto y fotos y un youtube leyendo mis chorradicas.

Pues ahora ha tenido su colofón en la publicación de una Antología Poética de todos los que participamos en aquel acto.


Como ustedes son parte integrante de mi vida, y de mi vertiente literaria sobre todo (me conocen por mis escritos) pues he querido hacer un concursín para regalar dos libros autografiado per moi a dos de ustedes, mis lectores.

No sé muy bien como hacerlo si les digo la verdad, así que apelaré a su gusto o ingenio. Entre los comentarios que haya de aquí al domingo 6 de Junio y ME dejen un poema –no muy largo, por favor- ya sea propio(mejor propio) o de cualquier otro (indicando título y autor) se sortearán los susodichos libros.

Por favor, absténganse de poner poemas de carpeta de 8º de EGB o muy noños (que no está el horno para bollos).

A continuación les dejo con unas instantáneas del II Encuentro que tuvo lugar el Viernes 21 de Mayo.

Teresa Villalba

Alberta Rodrígez


Yo


Juan Pablo Erencia


Juan Francisco Martínez Zamora


La concejala de Cultura Salud Guillén
leyó un poema de Antonia González

Foto de familia

domingo, 23 de mayo de 2010

Rey por una noche

Hoy más que nunca no existe Dios. No es que me apene, me alegra. Todo materia. Electrones, protones y neutrones. Átomos. Moléculas. Células. Y la reina neurona produciendo sus sinapsis al buen tun tun. Reafirmarse algunas veces es bueno. Los ateos pensamos más en Dios que los creyentes, porque ellos, a su modo, se imaginan lo que es. Nosotros como no podemos ver la nada, no quedamos pillados. La nada que mueve a tanta gente. Llámenlo Dios, llámenlo x. X de incógnita. Una incógnita tan escondida que pasa a ser leyenda, y las leyendas ya se sabe.

Polifemo era un cráneo de elefante, y su gran ojo era por donde pasaba sus narices el paquidermo animal. Los narvales eran unicornios y los manatíes, sirenas. ¡Cómo debían estar esos hombres para confundir un sirénido (los que ponen los nombre a los órdenes son unos increíbles humoristas) de 500 kilos con una moza con cola de pez! La última frontera del conocimiento no se alcanzará jamás porque el universo es lo suficientemente grande para que no lo podamos abarcar. Seremos cenizas entre estratos antes de que el Sol se expanda como mis tobillos con el calor. Nuestro conocimiento será borrado. Soy feliz de saberlo. De estar seguro de algo. Porque estamos seguros, ¿verdad? ¿Pondría la mano en el fuego? No, que me quemo, jajajaja (es de imbéciles o masocas chamuscarse un miembro). Pero eso no significa que no lo crea. Es cuestión de Hidrógeno y Helio, y no de supercherías. ¿Dónde estará el Demiurgo, pues? Si es que existe –no existe- se habrá reído unos miles de millones de años de nosotros, y a otro universo, mariposa.

Estoy pletórico (incluso con mi tristeza, con mis enormes cargas mentales y mi cuadriculado razonar) porque sé (sí, soy un bandarra y un chulo engreido) que lo que digo es cierto. Mi egocentrismo está alcanzando la densidad de materia estelar. Pero descuiden ustedes. Es tarde, tengo hambre y tengo sueño. Mañana me levantaré siendo la ruina de persona que suelo ser, pero ahora permítanme ser un petulante pagado de si mismo, porque es que en el fondo algo de eso hay por ahí entre tanta grasa y pellejo. Pero se agazapa y lo ato corto, pero hoy y ahora, noche primaveral, limpio por fuera, caótico dentro de mi cartesiano orden por dentro (y valga la redundancia), cuando las estrellas titilan y el rutilante Sol se encuentra en la otra parte del planeta, como Leo DiCaprio en su Titanic falso, grito: ¡Soy el rey del mundo!

Que ya mañana seré vasallo.

jueves, 20 de mayo de 2010

II Encuentro de Poetas Castreños


Buenas noches, amigos. Aquí les dejo este cartel. Es sobre todo para la gente de mi pueblo, claro. No creo que nadie quiera recorrer distancias hiperkilométricas para vernos. Además se presenta el libro del I Encuentro… Ya buscaré la forma de sortear uno por aquí, para darle un poco de vidilla al blog, que languidece como su dueño entre el calor, las obras y el estudio de cosas aburridas.

Habrá alguna que otra poesía inédita por mi parte, de reciente composición.

Bueno, les dejo, me voy a dormitar en mi catre de verdes sábanas hasta que la radial cortapiedras me levante a eso de las ocho y media.

viernes, 14 de mayo de 2010

Pienso


Es muy tarde, espero que una cosa se cargue en el correo para mandarla. Mi conexión para subir cosas es increíblemente lenta, y me da coraje, porque, mientras el ordenador se ralentiza hasta la nausea, yo pienso. Pensar es muy malo. Pienso en universos paralelos sin bancos, sin gestos ni tonterías, sin brindis al sol, universos paralelos en la que las gentes son medianamente felices sin estorbar al vecino. Vuelvo a la realidad. El mundo es un caos, pero mentimos todos los días al decir que todo va a peor. Ni a mejor ni a peor, amigos. La suerte que caiga de nuestro lado y punto. ¿Un siervo de la gleba pensaría que todo esto es peor? No creo. Distintas épocas, distintas esclavitudes. Y yo, esclavo del archivo (pesa más que una vaca en brazos) espero y pienso. Pienso en mis ojos cansados, y en mi pierna hinchada. Pienso que no me quiero ir mañana a Granada, y que iré de todas formas y pienso que el nuevo horario es un mojón. A lo mejor llueve mañana y coger el paraguas es una acción antimetereológica que llevo muy mal. No quiero saltarle el ojo a ningún transeunte. Pienso en que este post es una mierda, pero pienso que a lo mejor dentro de dos años cuando lo lea recordaré este momento, justo en el instante que ya se han cargado el pdf y el jpg. Pienso ahora en dormir, y ya no pensaré más. Soñaré con mi universo paralelo o a lo mejor no. ¿Quién sabe?

domingo, 2 de mayo de 2010

El viejo


El frío sol que lame las laderas de la montaña llega apenas a la cabaña de troncos. Sentado en la mecedora, con apenas una camisa y un anorak agujereado, el viejo mira el ocaso pensando en el suyo. Presiente que la noche que empieza a conquistar el cielo con sus tinieblas será, como tantas otras veces, estrellada. El viejo conoce todos los astros del firmamento, aunque por el nombre solo al Sol y la Luna. Bueno, y la Tierra que pisa, pero en ese astro, piensa, estoy yo y solo puedo ver una minúscula parte. Él se conforma con lo que sus ojos ven, la verdad, pues es un hombre libre, y como casi todos los hombres libres apenas necesita nada. Cuando llega el manto oscuro de la noche sigue sentado en el porche de la cabaña, acabando la pipa y sorbiendo el grog que aprendió a hacer de pequeño, cuando leyó que era eso lo que bebían los piratas. El frío arrecia, pero el anciano no tiene prisa. Al ser libre, como decíamos, también es dueño del tiempo. De su tiempo, el que sea. Atrás quedaron los océanos y los desiertos, los fieros animales de la selva y los leviatanes de las profundidades. No echa de menos ni la mar ni las pirámides, ni al Amazonas donde escudriñó oro de su fondo, ni los lejanos Himalayas donde buscó y encontró Shangrilah. No mira al pasado porque su futuro es tan corto que se deleita en él. A lo lejos se oyen los aullidos de un viejo lobo, son tantas veces las que se han perdonado mutuamente que tampoco es cuestión de llevar la cuenta. El helado aliento del viento del Norte hace que sus ojos, ya opacos, lloren. Pero es lo que se espera, ¿no? Que el frío saque las lágrimas y que cure la carne colgada. Y que el viejo espere la llegada del amanecer sentado en la mecedora de madera de olivo, herencia de sus ancestros, fumando la pipa que Sherlock Holmes utilizara en sus habitaciones de la calle Baker y tallando con un viejo cuchillo de ballenero un totem pequeño, protección para su hogar, aún teniendo cientos de ellos repartidos por todos los umbrales. Una vez le dijo un sabio que las cosas pasaban porque sí. El viejo, que por aquel entonces no era tan viejo, le respondió que eso era una memez. El supuesto sabio le respondió que tenía razón y le enseñó la verdad de las cosas. El anciano casi ha olvidado la cara del leproso ese, tan sabio. Pero como escribió sus palabras no las ha borrado de su memoria:

Todo ocurre por algo, y ese algo tiene explicación, aunque no la sepamos.

El viejo, cansado, se mete en el lecho, y antes de apagar la parpadeante llama de una vela de cera con olor a cera, escribe en su diario:. Hoy no ha pasado nada. El sol se ha puesto por el oeste, como todos los días, e intuyo, por las luces del alba, que saldrá por el este, pero no me he quedado para comprobarlo.

Los dos colmillos de narval que cruzados adornan la cabecera de la cama desaparecen con la extinción de la candela.

Mañana será otro día.

 
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