jueves, 18 de marzo de 2010

El Sujeto


Últimamente, como a Carlos Galván, me falla la memoria. Juraría que escribí esto antes de Navidad. Pero no, fue hace un mes, y como muchas veces ocurre, se me quedó olvidado en Mis Documentos. Yo soy persona de guardar las cosas en el Escritorio, así que allí ha macerado hasta que hoy, haciendo mi unidad didáctica sobre evolución me lo he encontrado al lado del archivo Darwinismo y Creacionismo. Se me había olvidado por completo que existía, y la verdad, con las pocas cosas que subo últimamente tampoco es cuestión de desperdiciar palabras a lo tonto.

Les dejo con


Si el tren A sale de Madrid a las 12 de la mañana camino de Zaragoza a una velocidad de 120 km/h y el tren B sale a las 3 de la tarde desde Calatayud a una velocidad de 60 m/s. ¿Se estrellarán al llegar al cambio de agujas de Conejera de la Sierra?

No me gusta ser sujeto de experimento. Soy conductor de trenes. De pequeño montaba los pequeños raíles de un trenecito eléctrico con una locomotora negra como el carbón. No funcionaba con carbón, claro está. Iba a pilas. Cuando crecí me tocó mili en ferrocarriles y hasta hoy.

Todo empezó cuando la Renfe me designó como posible candidato a salir en los problemas de física de los chavales. Me negué en redondo, pero me dijeron que si no quería ser degradado a mozo de carga tenía que tragar. Cuando me las prometía muy felices (habían pasado dos años) un señor catedrático de un instituto de Burgos me dijo que iba a salir en un examen. El hombre, aunque un poco seco, resultaba cordial por teléfono.

- Es que verá –explicaba-, los alumnos cada día son más vagos, pero los trenes les siguen gustando. Si les hablo de naves espaciales o de partículas subatómica me toman a pitorreo. Por eso le pongo de ejemplo los vagones y se enteran de todo, ¿sabe usted?.

Resignado le contesté que de acuerdo, que si necesitaba algún dato sobre mí.

- No es necesario, tengo aquí su curriculum, da con el perfil.

¿Perfil? ¿Qué demonios era eso del perfil? Ya es que piden el bachiller hasta para salir de ejemplo en un problema.

Unos días después al llegar a casa me encontré con un telegrama de hacía algún tiempo entre la propaganda de los fontaneros y los papeles del Telepizza. ¿Cuándo ha llegado esto? – pregunté a mí mujer-. Un cartero lo trajo anteayer, pero como el señorito no aparece por casa –respondió en la lejanía de la cocina-.

Me paso media vida en la vía para esto.

El telegrama era realmente inquietante. Era de Don Edelmiro, el señor de Burgos que me iba a poner en un examen.

Perdone, amigo Pardiñas STOP al redactar el problema me he equivocado STOP sale que se estrella usted STOP ya no puedo hacer nada porque he corregido los exámenes STOP lo siento.

Entré en una depresión profunda y mi mujer me abandonó. Mi hijo pequeño me maldecía durante la hora semanal de visitas porque según le habían dicho, maté a mucha gente en un tren que se estrelló. La gente de mi portal me llamaba asesino. Yo era el tren A, lo había admitido en una posterior investigación por parte de la Guardia Civil. Pero eso no ocurrió nunca. Nunca tuvo lugar tal accidente, ni yo he ido a Zaragoza nunca. Además Conejera de la Sierra es un pueblo inventado. ¿Por qué entre tanto dato falso los conductores de locomotoras teníamos que tener nombres y apellidos? Salir en ese examen que suspendieron el 87% de los alumnos del Instituto de Secundaria “Onésimo Redondo” me ha amargado la vida. La ciencia en una mierda. Malditas fórmulas endiabladas.

Cualquier día cometo una locura. Si, ya tengo trazado un plan. Un tren que a priori no se estrelle en ningún profético ejercicio de Física y Química descarrilara a la altura de Torrelodones con el follón correspondiente. ¡Que mal quedarán los malditos cerebritos!

Si me investigan diré que ha sido cosa de la ETA. Intereconomía apoyará mi tesis.

Muchos inocentes morirán, pero pensando en esos profesores de física que no vieron lo que venía, me regodeo en mi propia crapulencia.

Armando Pardiñas para servirles a Dios y a ustedes.



Armando Pardiñas fue detenido como cómplice de terrorismo islámico por sus maldiciones y amenazas contra los viajeros y el jefe de agujas de la estación de Valladolid. Durante su estancia en la cárcel se convirtió en cristiano renacido y los domingos por la mañana predica el evangelio en barrios marginales. Nadie murió en el descarrilamiento, tan solo una vieja se mareó y un niño vomitó en unos Manolos de imitación que llevaba su madre. Le habían avisado de que salía en otro problema, como conductor B, y que esta vez no colisionaría con el expreso Vigo-Almería. Así ocurrió.

jueves, 11 de marzo de 2010

La conjura de los listos




Disculpen mis últimos y huidizos días. He estado enfermo, después ocupado y ahora mismo por los síntomas (dolor de cabeza y destemple), parezco irrevocable a la recaída.

El mundo ya no es lo que era. Claro, el mundo está en continuo cambio, lo que pasa que a los geólogos, personas singulares que piensan en millones de años, vemos mejor los cambios. El mundo, repito, ya no es lo que era. Ahora todos vamos en el mismo barco. ¿Todos? Si, todos. Como si de un sindicato vertical se tratase. La pirámide social se ha hecho una amalgama dura como el acero de hacer barcos y la lucha de clases es solo cosa de patios de colegio, grabando con el móvil como le pegan a uno de la clase de al lado.

Todas las buenas campañas de publicidad hacen que te preguntes cosas. Y cuando vi lo de estoloarreglamosentretodos.org me preguntaba que tipo de propaganda nos estaban dando. Mensaje positivo, famosos y una URL. Es mirar la página y ves que si fulano tuvo trabajo, que si a no se quién le marcha bien su empresa y tal y cual. Si se pincha Quienes somos te explican campechanamente que a un tipo de marketing (odio esa palabra, tiene connotaciones goebbelianas) se le ocurrió que había que dar ánimo y le propuso a su mujer un proyecto… ¿de qué? Efectivamente, de marketing, de mercadotecnia buenrrollista. Dentro de un orden, claro está. Porque si seguimos leyendo se le ofreció este proyectazo a unas compañías y lo vieron requetebién. Dar moral a la tropa. Y se creo la Fundación Confianza (que nombre más de secta que quita de las drogas). Yo los metía a la cárcel a todos, pero Sinfianza (chiste: ríanse). Pulsa en dicha dirección mi miren la gente que sale:

¿Han leído bien a los patronos? ¿Y estos que nos aprietan los gaznates son los que dicen entre todo lo solucionamos en un pispas? Empiecen usted, gentuza. Nos avasallan y nos venden a las hipotecas basura de los americanos, nos roban con sus facturas, nos explotan en los trabajos, y encima hay que reírles las gracias ante la fragante mentira (el márketing) de que todos juntos bla, bla, blá. Encima le estarán sacando dinero los muy zafios a la maldita campaña. Miren, ya lo he dicho muchas veces, yo no tengo solución posible, pero al menos no les hagamos el juego a estos viejunos que desde sus atalayas mastodónticas manejan nuestras vidas a su antojo. Váyanse a la mierda, a la mierda.

Esto lo tienen que arreglar ellos, y pagamos nosotros el pato. No sé como puede haber gente tan rastrera. El mundo no es el de antes. Antes patronos y obreros, opresores y oprimidos. Ahora una masa informe de mentes que se creen lo que diga Buenafuente en un spot de la tele.

Ya sabemos que no hay remedio, pero al menos que nos dejen tranquilos en nuestros cubículos.


sábado, 6 de marzo de 2010

Los gatos de la luna


La luz del cielo ceniciento del atardecer proyecta sobre los gatos la justa para que permanecieran en su estado felino. Llegado el crepúsculo, lleno de ocres grisáceos y rosas pálidos, me siento en la cama, toda deshecha, a esperar la feliz transformación.

Hubo un tiempo, cuando yo era niña, en la que conocí bien a los gatos. Los conocí tan bien que me contaron, en su lenguaje de maullidos, ronroneos y silencios, que yo comprendía, aún no me explico como, algunos buenos trucos y ciertos libros que debía leer. Si yo los conocía, más me conocían ellos a mí. A medida que crecía iba indagando en esos maullidos, en esos ruidos apagados, que resonaban aún en mi cabeza. Ya no entendía a los gatos, pero siempre los tuve cerca. Viajes y noches en tenebrosas abadías. Soplar el polvo de sacrílegos mamotetros con tapas de hierro en oscuras bibliotecas de ciudades arcanas. Búsquedas más allá de las dársenas de la ciudad del poniente.

Ahora acaricio el sedoso pelo de mi gatito romano.

El sol se pone sobre los edificios. Las antenas y los tendederos son ahora una silueta que acuchilla el horizonte de la ciudad. La mutación empieza con un maullido sordo. La piel se estira como cuando se hincha un balón de playa y el pelo se desvanece como vapor. Lo que antes era un gato ahora es un hombre. Un hombre hecho y derecho. En mi regazo. En la alfombra hay otro. Por ahora solo tengo dos. Son obedientes.

Los gatos que me dieron el secreto solo se me aparecían en sueños. Eran los valientes y sabios gatos de la Luna.


Villa Merino, 3 de Septiembre de 2008

 
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