viernes, 20 de noviembre de 2009

El fin del mundo y el Tío del Bigote



Huele a Radiosalil y el fin del mundo se acerca. Se esta frase se puede deducir que a) tengo algo inflamado (el tobillo para ser más explicito), y b) me estoy volviendo majara (ya lo estaba, no se preocupen, pero no por eso). En mi leonera huele al Tío del Bigote porque me acabo de dar una mano del antiinflamatorio antes referido y lo de lo que el mundo se acaba es un tontería, pero que de tanto repetirla nos la vamos a creer todo.

Roland Emerich ha hecho una peli llamada 2012 en la que el mundo efectivamente se acaba. Es una peli, da igual. Pero es que te pones el Canal de Historia y están con el mismo sonsonete. La verdad es que lo llevo oyendo muchos años, pero es que parece ser que un calendario maya va y se acaba en ese año. Para colmo es un 23 de Diciembre, o sea que como te toque el Gordo de la lotería, tu gozo en un pozo. ¡La mierda del Apocalipsis ahora que tengo para tapar agujeros! Eso del fin del mundo es una parida como todas las cosas estas. A la gente, que es muy mística le da por ponerse transcendente con las idioteces apocalípticas. Creo que aún no saben que el mundo tiene SI fecha de caducidad (cuando el sol explote todos nos quedaremos pajarito). O también pude ser, vayan ustedes a saber, que les da morbo eso del fin de los días.

Las religiones siempre tuvieron algo que ver con esto. Los Testigos de Jehová, por ejemplo, con C.T. Russell al frente dieron unas cuantas fechas entre finales del XIX y principios del XX para la segunda venida de Jesús. Parece ser que el Jésus está en el cielo como Dios, y cree que el mundo que creo es una jaula de grillos y por eso les hace quedar mal a los profetas y malagüereños.


El super-testigo de gira

La tecnología tampoco se escapa a estas ganas de ver el mundo irse a hacer gárgaras. Si en el año 1000 el Armaggedon era inminente, en el 2000 el Windows se iba a colgar en todos los ordenadores del mundo e iba a ser el acabose. No pasó nada, que yo sepa. Solo que han pasado casi 10 años y uno está más viejo y cansado. Ahora es el 2012. Pues muy bien.

Yo creo, y me pongo un poco en plan sociólogo, que lo que la gente tiene es ganas de cambio, de que algo le saque de la rutina, ya sea una aventura con el jardinero, un viaje al Tibet o que el mundo se acabe. Porque creo que como decía no sé si era Gómez de la Serna (corríjanme si me equivoco) todo el mundo se suicidaría si después siguiese vivo. Pues lo mismo. Todo quisque quiere ver el fin de los tiempos en directo, como si fuesen fuegos artificiales, para después al día siguiente, comentarlo en el trabajo.

Sigue oliendo a mentol.

El mundo no se acaba.

Mañana otra vez para Granada.

5 comentarios:

José Manuel Ubé González dijo...

Y además es que tiene que ser un final abrupto para que sea, al menos, un éxito de taquilla. Si no se acaba todo en un día y tienen que pasar unos siglos para consumarse, no es el fin del mundo que la productora humana desea. Que nos carguemos el planeta poco a poco no se puede considerar como el fin del mundo (se entiende que de "nuestro" mundo, porque el real se transformará en otra cosa). Tenemos que ver como se destruye todo de golpe, como en televisión, eso sí, sin afectarnos como espectadores y liendres de consumo en nuestra butaca de eskay rojo. Feliz viernes, don Miguel.

Mameluco dijo...

Yo ya no me refiero tanto a la peli de Emmerich (me encanto Stargate), sino a lo que con unas copas de más decía el simpar Arrabal: el milenariiiiissssmo va a lleeeegarrrr.

La gente se aburre y necesita emociones inventadas.

Totalmente de acuerdo con eso de cargarnos el planeta. Eso no es que se acabe el mundo, eso es que vamos a acabar nosotros, y la naturaleza bien que lo agradecerá.

Yo no soy liendre, yo ya soy piojo.
Del consumo y de muchas otras cosas. Sobre todo de las palomitas.

Póngame a los pies de su señora, Ubé

sixto camara dijo...

Mira Miguel si el mundo se acabara un 20 de novienbre no se mosquearia el personal que fue culpa del tio del bigote pero el otro el gordito y bajito que anido por esto pagos durante cuatro centurias mas omenos y nos receto una medecina no tan concentrada como la del pequeño tarro esta fue con muy mala leche, que para mucho preferian que se acabara el mundo por no aguantar a ese el dicho el tio del bigote, pero bueno no hace falta que venga los apologista del fin del mundo llamase testigo de jehova llamase azteca maya o la madre que lo pario por lo meno el ultimo que quede que apague la luz termino Miguel el planeta se muere no que se muere que esta a punto de explotar yo no creo que llegemos a las proximos cuatro decada pero te puede ir tranquilo el lune a granada que cuando llege si llega yo te avisare nos vemos pero en este mundo el de Dios Baco .

Sarashina dijo...

Esto del fin del mundo es un ataque premeditado que ocurre cada tantos siglos, y no es aburrimiento de la gente, sino intereses bien claros, porque el poder necesita tener a la gente asustada, por lo que sea y a cualquier precio. La Iglesia nunca anda ajena a esas cosas, porque hacen su agosto en conversiones, fanatismos y exterminio del contrario. Los poderes políticos, encantados. Nada es caprichoso ni inocente.
Hablando de otra cosa, desde hacía no sé cuántos siglos no veía una botella de linimento Sloan. ¿Es que lo siguen vendiendo o es una reliquia familiar? Mi abuela era una adicta, y eso que no se lo bebía, que yo sepa.

Mameluco dijo...

Sixto del pequeño hombre del bigotico con voz aflautada no digo nada. Ya está podrido.
De una cosa estoy seguro, el mundo no se acaba ni en cuatro décadas ni en dos millones de años. Otra cosa es que la humanidad desaparezca de la faz de la Tierra. Pero eso no es que se acabe el mundo, es que nos acabamos nosotros, ¿no? Jejeje

Clares lo del fin del mundo es más morbo de la gente que otra cosa, creo. Muchas personas necesitan misticismos de barraca de feria. A los poderes les gusta más asustar con otras cosas, pienso, aunque ya asustan bastante por si solos.

Yo me hecho radiosalil. Lo del tío del bigote es porque huele igual. Teníamos una botella cuando yo era pequeño, pero desafortunadamente ha desaparecido con el tiempo. La cuestión es que huele igual... y mi padre siempre dice: aquí huele a tío del bigote, o Mister Sloan, como usted prefiera.

 
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