Hoy la noche ha sido redonda.
Comida basura en un Burguer King (cosa que hago una vez cada 2 años) y sesión golfa viendo a Indy. No entraré en valoraciones de la peli, pues seguro que muchos de ustedes no la han visto y no les quiero chafar nada con mi opinión.
Es curioso esto del cine. Uno se puede poner tonto con él. Y pasarle al lado oscuro de la fuerza. Hombre, cada uno puede hacer lo que quiera. Me refiero con lo del lado oscuro al reverso tenebroso del gafapastismo. Yo he andado por la delgada línea que separa el mundo normal del mundo de la “inteligentzia”. Me he tragado muchos años de Cine Club Universitario. Me ha gustado Bergman hasta unos límites insospechados. Me han gustado los clásicos, la nouvelle vague, el cine soviético. Todo eso me ha gustado a mí. Y me sigue gustando, oigan. Sigo emocionándome con el funeral de Vakulinchuk en “El Acorazado Potemkim”, sigo disfrutando como un niño viendo “Los Comulgantes” o “Los cuatrocientos golpes”. Pero las conversaciones de la gente de cine club me exasperaban. A mi y a los que iban conmigo, afortunadamente. Gente con boinas y jerseys de lana y abrigos raros que acababan inevitablemente hablando de Berlín. Un “Me han dicho que Berlín es genial” o un “Tenéis que ir a Berlín” eran moneda corriente en esas conversaciones. En ese Aula Magna el Materialismo Dialéctico aún no era un anacronismo, y las teorías densas y las charlas pastosas eran común denominador los martes y viernes de cada semana.
Ahora toca un flashback.
Yo era un pequeño mameluco criado a la luz de los rayos catódicos y en la oscuridad del cine de pueblo “Gran Cinema”. Este cine se cerró cuando yo contaba con 10 años. Un poco más tarde, dos o 3 años después cerraría el Cine Liceo, o Cine de la Escalerilla, que era el de verano. Como supondrán la cartelera era de películas malas o de estrenos de hacía 4 ó 5 años (y pocos veíamos al cabo de la temporada). O sea, que yo me curtí en películas de kárate, en spaghetti western, en películas de Parchís, y de las grandes estrellas Bud Spencer y Terence Hill. Y Dios libre a alguien atentar contra el honor de estos dos monstruos de la naturaleza en mi presencia, porque le pegaré un sartenazo o le pegaré una hostiaca con la mano abierta. Mis manos no son de grandes como las de Bud y por descontado no le pienso pegar a nadie. Pero es una forma de afirmar que jamás podré caer en el gafapastismo porque en mi mente, en mi infancia (que como tantas veces he dicho, es mi patria) ellos han sido realmente grandes para mí. Y lo siguen siendo, porque si ponen una película de estos mangurrianes (aparte de mis preferidas las tengo bajadas del Emule) en la tele algo hipnótico, como una canto de sirena, me atrae a la pantalla. No puedo renegar de Bud y Terence. No puedo ser pretencioso. No me puede dejar de gustar las películas pegosas que me gustan.
Y menos mal. ¡Fiuuu!
El título del blog está basado en la canción homónima del grupo Farlango. La podrán oír en su myspace.