martes, 3 de julio de 2007


Amaneció tarde ese día.
El sol no podía atravesar la densa capa de nubarrones negros.
Las calles permanecían tristes, mojadas, bajo el aliento frío del viento solano. Un mendigo amaneció muerto. Nadie relacionó el hecho de que ese mendigo era el que rebuscaba las migajas de la sociedad al lado del bufete de Herederos de Ernesto Rinconete. Nadie se fija nunca en los locos que viven en las calles. Bueno se fijan cuando escupen, o se cagan por las aceras. ¡Bendito Diógenes! En la caja de madera donde el pordiosero vivía solo encontraron podredumbre y un cuaderno escrito. Si no llega a ser por el joven Quintanillas, que era más avispado y curioso que el resto de sus compañeros, no se hubiesen descubierto los escritos del hombre arrecido. El hombre helado es el que había reído del traspiés del hombre cursi.

Pellicer apareció en la oficina, dentro de un abrigo tan roñoso que se hubiese confundido con el mendigo muerto, arrecido y helado. Su cara, preámbulo de la más segura de las muertes, tampoco ayudada. Quintanillas le entregó la libretita. En contra de lo que se podía pensar el escrito era limpio, ordenado y con una caligrafía gótica al estilo de la que enseñan en los colegios alemanes. Pertenecía al diario del mendigo llamado Mathias Habermas Rodríguez, veterano del 14, maestro de escuela y escritor amateur, según decía la historiada portada del cuaderno.

Pellicer no tenía tiempo ni ganas de leer, la verdad, y se fue directamente al día de los hechos.

..-Noviembre-19..

“Un paisano civil pasó por mi casa esta mañana. Era un cursi, un cursi redicho y empalagoso como un bocadillo de azúcar relleno de mierda… me he reído de él porque me tenia miedo, jajajajajaja y me sigo riendo ahora, si no fuera porque está más muerto que la fría losa de una iglesia. Las losas leí una vez eran de calizas. Las calizas son bichos muertos y ahora son frías, o sea, que están muertas en las iglesias. Me río de las iglesias. Están muertas como sus losas, como su Dios, como el hombre cursi...

…un gitano me escupió. Los zíngaros son cerdos. Después vi un resplandor en la ventana y un hombre que volaba. Ya lo había visto antes. Olía a azufre. En la guerra vi a ese tipo saboteándome. Me acechaba por las noches. Me decía cosas al oído. Me tentó y por eso me escapé. Por él estuve preso 3 años. Yo lo conocía pero no lo llamé. En Alemania lo llamaban Dämon, y aquí se llama el Diablo. Sabe hablar en lenguas. Yo lo conocía pero no le llamé. Estaba en una ventana y se reía. Después se fue.

Yo me dormí después porque un compañero consiguió chinchón. Me gustan lo licores…

Algún día cuando lea esto, inspector Pellicer, sabrá que a usted le costó un día de hospital, pero a mí me gusta mucho beberlo. Supongo que ya estaré muerto si lee esto. Jajajaja. La muerte le ronda, amigo mío. Primero el cursi de mierda, su amigo el bujarrón, ahora yo. Aún quedan más muertecitos por llegar…

Alguien me entregó la nota que le transcribo a continuación, sin mover ni una coma, como me indicó su amigo, el que le ronda desde hace tiempo…

el diha yega i tu dando palos de ziego

este mendigo ba a morir solo pa que recivas esta nota

farta poco pa la sijiente

la ganva

...la verdad es, inspector Pellicer, que no me importa morir, pero espero que no sea de frío, aunque viendo las probabilidades parece que así será. No se preocupe por mi deceso. Ya me llegaba la hora. A cada cerdo le llega su San Martín, ¿conocía usted esta frase?..."

Pellicer estaba aún más pálido. Su tez era del color de la leche con muy poco café. El perlado de su frente estaba frío como Mathias y sus dichosas losas. ¿Como alguien podía saber que él leería el diario de un muerto de hambre? Los misterios se sucedían y cada vez estaba más cansado. Un mendigo pitoniso era demasiado.

-¿Estaré con fiebre y delirando? –se preguntaba a sí mismo,con un aire demasiado melodramático para él. –

Se toco las sienes con los nudillos. El dolor estaba empezando de nuevo. El orujo no era la mejor solución. Solo quería dormir, pero el tiempo se acababa.

- ¿Y si me muero yo y los dejo con un palmo de narices?

Pellicer, por primera vez en el día, rió y un súbito bermellón se hizo fuerte en el centro de sus mejillas.

La vida es una broma cruel –pensó-,y lo que me fastidia es ser tan poco original.

1 comentario:

José Manuel Ubé González dijo...

Ya veo que regresó al trabajo literario. Ya era hora. Mientras otros se van de fiesta general dispuestos a invadir Leuret con botijos y topónimos.
¡Que continúe la historia!

 
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