viernes, 8 de junio de 2007


Son las 7 y cuanto de la mañana del viernes 8 de junio del año de nuestro señor dos mil siete. Hace calor. Tanta que me he deshidratado por la noche, y hace como media hora he tenido que subir a por provisiones de agua fresca. He soñado cosas raras. En palabras legales e ilegales. Palabras aprobadas y no aprobadas. Eso me pasa por charlas de palabras justo antes de dormir. Me he acordado del Ministerio de Nuevas Palabras de un microrelatos que escribí para el V concurso de Arándanos. Hago, leo cosas que potencian que el sueño, la separación del mundo vigil, produzca reverberaciones untuosas, deformaciones preciosistas de la vida cotidiana. Lo normal, lo rutinario, es lo que nos hace felices a las personas. Habrá quien aborrezca lo cotidiano, por considerarlo vulgar, poco trascendente. Pero eso de desayunar leyendo el periódico en un bar, es lo que hecho mas de menos de mi vida anterior de estudiante. Lo he hecho durante muchos años seguidos. Y en el Menorca, concretamente. Los que conozcan algo Granada, sobre todo la Facultad de Ciencias, sabrán donde está. Echo de menos ver la televisión con el Fran. Echo de menos escuchar los discos recién comprados en una especie de ceremonial pagano en la habitación de Gaspar. Me acuerdo, pues, de lo que un día fue una subrutina del sistema y hoy es solo recuerdo. Algunas cosas son totalmente reversibles, pues todavía me quedan mañanas de desayunos menorquines, pero otras se fueron al país de los sueños, y allí, en los dominios de los Dioses Otros, permanecen agazapados, buscando ser recordados. La vida te enseña a que nada es para siempre. Y no es la respuesta de Antena 3 a los chavales de Al Salir de Clase. Nada es para siempre porque entre otras cosas, tenemos fecha de caducidad como los yogures, o incluso el bicarbonato. Somos tan efímeros, tan insignificantes, que me da vergüenza incluso robarles un poco de su tiempo, por sentirme cual gusarapo en la miasma de un barril de una cuneta.

Espero dormir de nuevo. De verdad que lo espero. Recién levantado miren las cosas que pienso. Luego al transcurrir el día no crean que la cosa se arregla.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Tu discurso me ha recordado a una obra de teatro que vi en diciembre. Se llamaba "El alemán" y es una obra genial que molaria que vieses.

Respecto a lo de esas cosas que recordamos... si, las cosas cuando ya no estan se valoran mas y nos parecen mucho mas romanticas de lo que (quizas) eran. Lo bonito de la memoria es que haya pasado lo que haya pasado tu te montas tu propia película y al final lo que queda es eso.

Te dejo aqui lo que decian de la obra esta que molaba. Estate atento por si van por granada porque de verdad mola-mucho-mucho

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"... estaba pletórico, bello y sumiso como una geisha, en el graderío superior del frigorífico, en agradable compañía de otros seres: salami, queso brie, salchichas bradburst, un par de filetes de beluga, siete huevos en una huevera de doce y una botella de mosto tinto. Ah!, qué bella es la vida a cuatro grados! Cada segundo se toma su tiempo..."

En "El Alemán", Diego Anido parte de la fecha de caducidad de un yogur para mostrarnos una realidad deformada donde esta fecha aparentemente intranscendente se convierte en el estorbo desencadenante de la acción.
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