jueves, 3 de mayo de 2007


El señor J., que paseaba por al acera casi se mata al caerle una gota de agua en el cogote. Hacía ya un rato que había parado de llover, pero las farolas y los canalones seguían derramando las lágrimas de Dios por todos lo sitios. El señor Rogelio J., pasante del bufete de Herederos de Ernesto Rinconete, cuando sintió el frío en la nuca, hizo un mohín y siguió adelante, disimulando su malestar tan concentrado, que no vio a un mendigo que pedía con la pata de palo en mitad del camino de los transeúntes, como rústico reclamo. Perdió el equilibrio apenas dos milésimas de segundo, lo suficiente para pegar un gritito casi inaudible que puso en alerta a todos los perros del vecindario.

El mendigo, veterano de la Guerra del Catorce reía con una carcajada tal que casi muere asfixiado por el ímpetu en el reír. Se hurgaba la nariz con un trozo de cartón, y a forma de cuchara de helado, iba recorriendo todo el interior de la napia llevándose por delante todo lo que pillaba. El señor J. aún asustado lo miraba asqueado. El pobre también lo miraba preguntándose por que lo miraba ese señor tan rematadamente cursi. Un bigotito, ridiculísimo, le temblaba de ira por encima de unos labios finos y arrugados por el desagrado de ver al pedigüeño sacándose mocos con un rulo de cartón. El señor J. no comprendía el mundo. Se sentía mojado y sucio cuando llegó al despacho. Le dijo al botones que le trajera un café y un bollo suizo del bar. Cuando el botones llegó a la cafetería “Delicia Turca”, don José, el dueño, leía el periódico y hablaba solo. Don Cosme le escuchaba, aunque sabía que esa continua letanía no era para él, sino para el universo. Cuando llegó Reolid, el botones, con el café con leche y el suizo, el señor J. yacía muerto en su mesa pulcramente ordenada. Un reguero de sangre surgía de una de sus orejas y olía a pólvora. Nadie había oído nada.

”¿Qué habrá pasado?” – se preguntaba el director de casos de morosos

“¿Quién sabe?” – dijo el botones dándole un mordisco al bollo suizo.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

oh!
pues vaya final! habrá segunda parte????
parece mentira que vivamos todos en el mismo mundo a niveles tan diferentes. excelente el encuentro entre don fino y el mendigo hurgante.
leerle es adiktivo :)

:*** besos intrigado
k.

Anónimo dijo...

Estupida conexion de mierda, ayer te deje un ocmentario y ahora veo que no te llegó (tampoco en el post anterior).

Te decia que me habia encantado la frase final, la del botones mordiendo el suizo. Ese detalle hace que la historia sea muchisimo mas real.

A ver si ahora te llega..

 
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